La miel es una sustancia elaborada por las abejas a partir del néctar de las flores en las que liban. A este néctar le añaden enzimas y lo deshidratan, evitando fermentaciones y favoreciendo su conservación. Algunos tipos de miel, como la de encina, no proceden del néctar de las flores sino las secreciones de la planta. Las abejas la depositan la miel en las celdillas de los panales, que después sellan para su almacenamiento y, junto al polen, es el alimento cotidiano de toda la colmena.
El principal uso de la miel es como edulcorante. La miel cristaliza de forma natural debido a su contenido en azúcares, pudiendo tener un aspecto granulado o pastoso. Está compuesta de un 20% aproximadamente de agua y el resto, un 80%, son hidratos de carbono procedentes de sus azúcares, sobre todo fructosa (38%) y glucosa (32%), sacarosa (5%), maltosa (7%) y otros como la isomaltosa, erlosa y rafinosa.
La miel también contiene otras sustancias que, aunque se encuentren en muy pequeñas cantidades, son las responsables de los beneficios para la salud que se le atribuyen a este producto. Es muy rica en enzimas, como la diastasa, amilasa, invertasa, catalasa, peroxidasa y lipasa, que ayudan a la digestión. Contiene ácidos orgánicos, como el málico, vínico, cítrico, láctico, oxálico, fosfórico, acético y fórmico. Pueden tener propiedades antisépticas (ácido fórmico) y ayudan en procesos digestivos y de detoxificación (ácido málico).
La miel contiene sales minerales de fácil asimilación, incluyendo al potasio, calcio, hierro, fósforo, magnesio, manganeso y cobre, y vitaminas que, a diferencia de las presentes en frutas y verduras, no se pierden en su almacenamiento, sino que se conservan durante largo tiempo. Destacan la vitamina A, C, D, E, K, y el grupo B.
Para que la miel conserve todos sus nutrientes y propiedades es primordial que sea cuidadosamente extraída y manipulada. Debe ser extraída por prensado o centrifugado y no puede calentarse por encima de 45º C. Se puede filtrar para eliminar sus impurezas.
El color de la miel puede oscilar del ámbar claro al castaño oscuro, dependiendo de su procedencia. Cuanto más oscura, más rica es en minerales y vitaminas B y C y cuanto más clara, más rica es en vitamina A. La procedencia no solo condiciona unas características nutricionales y terapeúticas diferentes, sino también de color, sabor y aromas.
– Tipos de Miel –
· Miel de Milflores: procede del néctar de diferentes flores, por lo que presenta un color y sabor muy variables. Se considera en general antiinflamatoria, antimicrobiana, antiséptica, digestiva y cicatrizante.
· Miel de Azahar: de color ámbar claro, perfumada y suave al paladar. Se le atribuyen propiedades sedantes y antiespasmódicas.
· Miel de Brezo: color caoba oscuro y sabor ligeramente amargo. Destaca por su contenido en hierro y sus propiedades diuréticas.
· Miel de Romero: aromática y dulce. Color ámbar muy claro, blanco cuando está cristalizada. Se le atribuyen efectos beneficiosos sobre el hígado, a la vez que actúa como estimulante y tonificante del organismo.
· Miel de Eucalipto: color ocre, muy aromática y con un sabor característico a madera. Posee efectos beneficiosos sobre las vías respiratorias, además de actuar como desinfectante del tracto urinario.
· Miel de Tomillo: tono rojizo y sabor agradable. Tiene propiedades tónicas y antisépticas, recomendada para la fatiga y la astenia y para afecciones respiratorias de tipo inflamatorio, como tos convulsiva y asma.
· Miel de Encina: color muy oscuro casi negro y olor y sabor a malta, muy poco dulce. Destaca por su contenido en hierro y por sus efectos beneficiosos en los procesos de gripes y resfriados.
· Miel de Pino: color oscuro y sabor resinoso. Favorece el bienestar del sistema respiratorio y la recuperación en las inflamaciones bronquiales.
· Miel de Tilo: muy aromática y de color amarillo suave. Destaca por sus propiedades expectorantes y sedantes y por su acción calmante de la migraña. Su consumo alivia los síntomas producidos durante los resfriados y procesos catarrales.